Este ha sido un visa run que no ha sido visa run y un viaje que no ha sido viaje. Ha sido algo entre la sombra de los dos – mejor, mucho mejor que un simple viaje a por una pegatina en el pasaporte y no tan genial como un viaje con total libertad. Dos viajes a la embajada y cuatro a la Apple Store han impedido que me pudiera mover mucho por Bali, pero al final ha sido lo que necesitaba. Unos 8 meses de visado, el ordenador arreglado y la oportunidad de saborear lo que es vivir en Legian gracias a Nicky y Amelia, dos chicas alemanas que me han recibido en sus vidas como si me conocieran de toda la vida. Y eso se agradece, encontrar a gente por el camino que te da lo que tiene sin esperar nada a cambio.
Gente que te abre las puertas de su casa y te invita a un café, gente que te lleva en moto para que te ahorres las tarifas de locura de los taxis, gente que te pone al día de sus cotilleos en dos horas y te considera una más desde el principio, gente con la que tomar una copa al anochecer. Personas que te hacen sentir bien, como en casa lejos de casa.
Me hablaron de surf y yo les hablé de buceo, comparamos vidas en islas distintas, compartimos lo que echamos de menos, hablamos de Europa, de vidas reales y de sueños, hablamos de chicos y de diferencias culturales, nos sentamos en nuestra terraza y vimos pasar las horas (rápido, como solo pasan cuando te encuentras a gusto). Vi que su pasión por Bali es como la mía por Koh Tao y nos sentimos unidas por ello. Al fin y al cabo, ellas también son mujeres de viajes y agua.
Sé que siempre digo lo mismo, pero cada vez que salgo de mi(s) casa(s) lo vuelvo a descubrir. El paraíso no es un lugar es la gente.
Y sé también que algún día volveremos a cruzar nuestros caminos, aunque quien sabe si en Bali o en Koh Tao…