Son incontables las veces que he preguntado a amigos y conocidos en los últimos años “Por qué eres feliz?” o “Eso te basta?”. Siempre me ha parecido que tiene que haber algo más en la vida que un trabajo de 8 horas al día, 5 días a la semana y dos días de finde para compaginar todo el resto. Dormir, comer, trabajar y de vuelta a casa para volver a empezar. Y dos días de premio para disfrutar.
Cuando lo pienso como un estilo de vida para mi, solo me sale pensarlo como un camino que lleva a algo más, una herramienta para conseguir algo que vaya más allá. Pero parece que la gente se conforma con ello, que la mayoría encuentran la más absoluta felicidad en esa rutina y que ese es el objetivo final.
Quizá algún día llegue a encontrarle el gusto a lo tradicional, pero aún no es el momento (llevo cuatro años repitiendo esa frase y creo que la puedo repetir algunos más).
Por ahora, tengo una deuda conmigo misma – volver a hacer algo que realmente me haga feliz cada día. Sé que suena utópico y que es casi imposible, pero voy a tratar de que mi vida se acerque a ello lo más posible. Por eso lo de viajar. Porque la rutina me aburre y el aburrimiento es infeliz. Y porque de los últimos años, hay muy pocos meses en los que cada día contestara a un “cómo estás?” con la palabra mágica “feliz”.
Cada día.
Seguramente también fui feliz en un 75% el resto de los meses, algunos días mucho más, otros algo menos, pero de un 75 a un 95… hay una diferencia abismal – como de un notable a un excelente. Hay algo en ese 20% extra que hace que viva con entusiasmo y pasión, más allá de la comodidad, la seguridad y el bonito camino marcado.
Viajar significa emoción, incertidumbre, no saber qué haré a dos días vista. La sorpresa de descubrir cosas nuevas en lugares nuevos y de aprender algo de cada sitio. Tener la libertad para decidir qué quiero hacer… “me voy a la playa a leer o mejor aprendo a surfear?”, “buceo mañana o cambio el rumbo y me adentro en la jungla?”, “prefiero descubrir la benevolencia de Auckland como ciudad o mejor me dedico a fotografiar paisajes de ESDLA?”.
Curiosamente, mientras escribo mi mente me pregunta por qué no lo pensé antes, qué era lo que me hacía feliz antes de saber que quizá haya algo más ahí fuera a parte del tan repetido nine-to-five (horario de trabajo estándar en USA). Y tengo una respuesta.
Lo que me dio la vida, el punto extra de ilusión, pasión y chispa, lo que me hacía levantar de la cama todos los días con ganas, lo que me llenaba de felicidad y ganas de mejorar, de aprender, de superarme, de luchar, de comerme el mundo… Ese algo que me hizo feliz fue el (hasta ahora) amor de mi vida, el deporte al que dediqué toda mi energía durante 13 años: el Basket.
Así que para mí se trata de eso. De encontrar algo grande, más grande que yo misma, algo que me mantenga enamorada, que me haga sentir viva. Y si no lo encuentro, toca seguir buscando. Envidio a los que son felices con mucho menos, pero algunos no hemos nacido para conformarnos con “good enough”, lo cual me trae de vuelta a este vídeo: