Monthly Archives: July 2011

The pursuit of happiness

Son incontables las veces que he preguntado a amigos y conocidos en los últimos años “Por qué eres feliz?” o “Eso te basta?”. Siempre me ha parecido que tiene que haber algo más en la vida que un trabajo de 8 horas al día, 5 días a la semana y dos días de finde para compaginar todo el resto. Dormir, comer, trabajar y de vuelta a casa para volver a empezar. Y dos días de premio para disfrutar.

Cuando lo pienso como un estilo de vida para mi, solo me sale pensarlo como un camino que lleva a algo más, una herramienta para conseguir algo que vaya más allá. Pero parece que la gente se conforma con ello, que la mayoría encuentran la más absoluta felicidad en esa rutina y que ese es el objetivo final.

Quizá algún día llegue a encontrarle el gusto a lo tradicional, pero aún no es el momento (llevo cuatro años repitiendo esa frase y creo que la puedo repetir algunos más).

Por ahora, tengo una deuda conmigo misma – volver a hacer algo que realmente me haga feliz cada día. Sé que suena utópico y que es casi imposible, pero voy a tratar de que mi vida se acerque a ello lo más posible. Por eso lo de viajar. Porque la rutina me aburre y el aburrimiento es infeliz. Y porque de los últimos años, hay muy pocos meses en los que cada día contestara a un “cómo estás?” con la palabra mágica “feliz”.

Cada día.

Seguramente también fui feliz en un 75% el resto de los meses, algunos días mucho más, otros algo menos, pero de un 75 a un 95… hay una diferencia abismal – como de un notable a un excelente. Hay algo en ese 20% extra que hace que viva con entusiasmo y pasión, más allá de la comodidad, la seguridad y el bonito camino marcado.

Viajar significa emoción, incertidumbre, no saber qué haré a dos días vista. La sorpresa de descubrir cosas nuevas en lugares nuevos y de aprender algo de cada sitio. Tener la libertad para decidir qué quiero hacer… “me voy a la playa a leer o mejor aprendo a surfear?”, “buceo mañana o cambio el rumbo y me adentro en la jungla?”, “prefiero descubrir la benevolencia de Auckland como ciudad o mejor me dedico a fotografiar paisajes de ESDLA?”.

Curiosamente, mientras escribo mi mente me pregunta por qué no lo pensé antes, qué era lo que me hacía feliz antes de saber que quizá haya algo más ahí fuera a parte del tan repetido nine-to-five (horario de trabajo estándar en USA). Y tengo una respuesta.

Lo que me dio la vida, el punto extra de ilusión, pasión y chispa, lo que me hacía levantar de la cama todos los días con ganas, lo que me llenaba de felicidad y ganas de mejorar, de aprender, de superarme, de luchar, de comerme el mundo…  Ese algo que me hizo feliz fue el (hasta ahora) amor de mi vida, el deporte al que dediqué toda mi energía durante 13 años: el Basket.

Así que para mí se trata de eso. De encontrar algo grande, más grande que yo misma, algo que me mantenga enamorada, que me haga sentir viva. Y si no lo encuentro, toca seguir buscando. Envidio a los que son felices con mucho menos, pero algunos no hemos nacido para conformarnos con “good enough”, lo cual me trae de vuelta a este vídeo:

Nada más. Steve Jobs lo dice TODO.

   

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El músico del metro

Hoy quería hacer una presentación para que conozcáis a mi músico favorito del metro de NYC. A veces está en Union Square en el andén del tren L y otras veces en Metropolitan Avenue en el andén del G (puede que en algún otro sitio, pero escapa a mi conocimiento). En esas dos paradas hago dos de mis transfers para ir a casa y algunos días tengo la suerte de poder quitarme los cascos para escucharle a él. Si no tengo prisa me espero a que pasen un par de trenes hasta que canta esta canción:

Fantástico.

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De cómo procesar la realidad

Al calor, al frío, a la humedad o a la lluvia. A estar solos, a ser dos o a formar parte de un grupo. A la rutina de estar en casa o a la de la distancia. A un trabajo, unos estudios, unos horarios o a la falta de todo ello. A una cultura distinta, a un país que no entendemos, a un idioma nuevo o a lo mismo de siempre. Las personas somos capaces de acostumbrarnos a todo.

Si queremos.

En ocasiones, nos lo ponemos difícil a nosotros mismos por no querer acostumbrarnos a una situación que no habíamos previsto, por no querer aceptar un cambio que no imaginábamos. Con nuestra cabezonería, no conseguimos evitar que las cosas sigan su curso y solo hacemos más difícil lo de avanzar y sonreír por el camino.
Cuesta. A mi particularmente me cuesta mucho. Dejar ir lo que quería, lo que había imaginado, lo que había planeado y aceptar el cambio que se me ha impuesto. Me cuesta transformar cada oportunidad en una ventana abierta de cosas positivas. Me cuesta mantener en mi cabeza el pensamiento de que todo sucede por alguna razón… Pero cuando lo hago, las cosas funcionan mejor y todo toma un sentido nuevo. “No es lo que quería, pero es lo que tengo. Vamos a hacer algo bueno con ello.” Quiero pensar que cada vez se me da mejor lo de “Go with the flow”.

A veces, supone dejar que alguien se marche sin esperar que vuelva nunca más y aprender a sonreír por lo bueno que deja en nuestro pasado. Otras veces, es disfrutar del paisaje de nuestra rutina aunque deseemos estar en otro lugar. En más de una ocasión, un cambio nos hará tambalear hasta que le podamos ver algo bueno. Pero nos acostumbramos.

Me he acostumbrado a vivir en una ciudad que me impone dos horas de metro al día y una frialdad interrelacional extrema. Y no solo me he acostumbrado, sino que sonrío todos los días porque lo que no me gusta no pesa suficiente para desbancar a lo que me gusta. Por una vez en la vida he ido más allá de las quejas y he tratado de encontrar el encanto a la no-perfección. Con ello me he enamorado.

De una forma más racional que la pasión por mis islas (la del mediterráneo y la del golfo de Tailandia), de una manera más suave y progresiva. Me he enamorado de Brooklyn de una forma un tanto egoísta, diría yo. Me hace sentir bien y me hace feliz con sus detalles, con sus regalos del día a día, con dejarme respirar tan pronto como salgo del metro volviendo del trabajo. Pero cuando sea hora de irme, lo haré sin mirar atrás. Quizá sea solo un amor de conveniencia.

Me gustan mi calle y mi bloque, el deli de la esquina. Las paredes cuando se pone el sol y se tiñen de un tono dorado que no había visto en ningún otro lugar. Escuchar el sonido de un balón en la calle todos los días y ver desfiles de zapas diferentes cada semana. El vecino que me dice hola todas las mañanas y que me echa de menos cuando no paso en mi día libre. El chico que me cobra 1’50$ por mi zumo antes de subir al metro. La vecina que se sienta a vigilar a Max y Jesus que corretean en bici cada atardecer. Poder cruzar la calle sin mirar. Los chavales que se ofrecen a cargar mi colada cuando paso cargada o que me cuentan los minutos que tardo cuando voy a correr. La chica que me avisa cuando hay 2×1 de Hägen Dazs en el supermercado.
Me gustan la paz y la tranquilidad, la atmosfera de pueblo que adquiere el barrio. La gente sin prisas que habla de lado a lado de la calle. Los vecinos que traen las cartas a casa porque el cartero se equivocó y las dejó en su buzón. Las fiestas en las calles el fin de semana. El casero que cuando viene a vernos trae zumo de cranberry porque yo dije que no lo había probado nunca. La ausencia de taxis porque todos prefieren andar puesto que para ellos el dinero tiene un valor muy distinto al valor que tiene en Manhattan.

Cada situación contribuye a que me sienta bien, a que pasee con una sonrisa y que se me olvide que para disfrutar de esto, también tengo que sobrevivir a mis 5 días en Manhattan. No es que el hermano famoso de mi nuevo amor sea muy malo, es solo que no está hecho para mí. Ese frío que no sucumbe ni ante los 35º de estos días, me impide sentirme en casa cuando cruzo el East River.

Me gusta que Brooklyn sea como yo. Con altos y bajos, pero con una mentalidad en la que la vida le gana al trabajo. Me gusta el carácter rebelde de sus habitantes, porque ellos no quieren ser como “esa gente que vive in the city”. Yo tampoco. Yo prefiero ser de Brooklyn. Yo soy de Bed-Stuy y me gusta.

 

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RTW trip

Quedaos con eso… RTW – Round The World

Algunos ya me han escuchado poner en palabras mi siguiente sueño, otros lo pueden imaginar y al resto supongo que les cogerá por “sorpresa”. Tan por sorpresa como puede ser algo viniendo de mi.
Se cumplen 8 meses desde que llegué a Nueva York y así como hasta ahora cada mes ha sido uno más, ahora que he llegado al ecuador de mi visado, cada mes va a ser uno menos. Un mes menos para terminar una aventura genial y empezar otra mejor. Ya ha empezado mi cuenta atrás.

Con ella empieza el ahorro más serio (incluyendo la venta de posesiones), la creación del boceto/esqueleto del viaje, las listas de cosas por hacer antes de irme, de cosas que necesito y de cosas de las que debo prescindir. Al fin y al cabo, en unos meses estaré viviendo con la casa a cuestas en forma de mochila.

He investigado mucho para adaptar lo que quiero hacer a lo que me voy a poder permitir. He batallado con agencias (de viajes, de seguros…), he contactado embajadas (me falta la mía en NY), he leído guías y blogs a montones, he bombardeado con preguntas a amigos que viajan o han viajado, pero sobretodo me he formulado las preguntas mágicas “¿qué quiero hacer?” y “¿es posible?”

Lo es. Va tomando forma. Día a día. Paso a paso.

La primera parte del viaje la tengo bastante clara – cruzar el país por tierra, ver Los Angeles y salir de allí hacia Fiji. Nueva Zelanda y Australia a continuación. Luego a Indonesia. Y ahí es cuando  todo está un poco más borroso. Ya no tengo claro cuantos días en cada país, si saltarme alguno que había pasado los primeros cortes (Malasia), si ver solo la capital y seguir subiendo, si alargar el periodo tailandés para incluir el Dive Master o si alargar la estancia en Indonesia que es un lugar nuevo para mi… El puzzle no tiene tanto sentido cuando es hora de montar Asia, pero es realmente por un buen motivo: allí el dinero no me limita tanto y no tiene porque dibujar mi itinerario como me pasa con Australia.
Puedo colocar las piezas como yo quiera (con permiso de los tiempos de visados) y por ello, estoy muy segura de que voy a dejar muchas sin colocar y ya les encontraré su sitio cuando llegue. Al fin y al cabo, ya he viajado antes y tengo muy claro que los planes cambian a cada segundo. Te enamoras de un sitio y no quieres irte, en otro estás listo para marcharte antes de lo planeado, conoces gente que te cuenta historias maravillosas de sitios que no sabías que existían o que viaja unas millas/días contigo… Nunca se sabe.

Lo importante es esto: me he decidido a echarme a la carretera otra vez y tengo fecha de partida. Y como me dijeron el otro día “si me lo dijera otra persona me reiría, pero lo dices tú y estoy segura de que lo vas a hacer”.

Mi vuelta al mundo empieza ya. Preparativos en marcha. Paciencia y ganas, muchas ganas. ¿Os venís?

 

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